Siendo discípulos de Cristo.
Hubo un hombre llamado Juan. Un hombre común y corriente, pero que fue lleno del Espíritu Santo y pudo reconocer al Mesías por el Espíritu. Este varón soltó una frase que lo caracterizó para siempre, y fue la palabra que desató en la tierra lo que ya se había desatado en el Cielo: la venida del Hijo de Dios.
"El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Maestro, ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día".
San Juan 1:35-39
Este pasaje es precioso, porque reúne muchos aspectos de la esencia del discipulado y de ser discípulos. Veamos un poco de qué se trata.
Juan el bautista fue un hombre particular. Aunque no caminó igual que los doce, fue un discípulo de Jesús. ¿Y porqué? Porque ser discípulo es dejarlo todo por seguir al Señor, oírle y obedecerlo.
Un hombre que fue criado y vivió en un ámbito religioso desde su cuna, que luego de crecer, pasó por una gran trasformación en su carácter al apartarse muchos años a vivir en el desierto, aislado de la sociedad, vestido con pieles de camello y comiendo langostas y miel silvestre (vestido y comida absolutamente anormal para la sociedad). Juan el bautista no era un hombre que, en los criterios y parámentros humanos de éxito, se fuera a hacer popular y aclamado por el común de la gente. Por el contrario, era más bien algo parecido a un "loco". Un antisocial, aislado, alguien que perdió totalmente su cordura y salió de sus cabales... ¿Cómo calificarían a un Juan bautista en la sociedad de hoy? Pues él fue un discípulo de Jesús. Pero este artículo no se trata de Juan, como dicen las escrituras, él no era la Luz. Pero vino a dar testimonio de la Luz. Y es esa la dirección que vamos a tomar a lo largo de este post.
Ser discípulo, para Juan, significó comenzar a anunciar (en fe, porque no veía) que la venida del Mesías estaba cerca, que los corazones comiencen a ablandarse y que es necesario arrepentirse y creer para entrar en el Reino.
Si continuamos la lectura del capítulo nos vamos a encontrar con otro caso: el llamado de Simón; aquel varón que cuando se encontró con Jesús le fue revelada su verdadera identidad: ya no más un junco llevado por el viento de aquí para allá; sino una piedra firme sobre la cual es seguro edificar.
Las escrituras están llenas de los hombres y mujeres que asistieron al llamado del Señor a ser discípulos. Solo hemos mencionado a dos personas, pero podríamos seguir incansablemente revisando testimonios de hermanos que caminaron y caminan este camino. Cada uno de ellos, en distintas épocas y edades, tuvieron que arrepentirse (cambiar la manera de pensar) y creer para seguir a Jesús. Y podemos ver cómo aquello fue la mejor decisión que pudieron haber tomado, pero también queda de manifiesto el altísimo precio del discipulado... tan accesible y tan costoso como darlo todo y seguir a Jesús.
El artículo de hoy es especial. No es nuestro estilo dar sermones religiosos sin sentido. Como Casa vamos en pos de la Voz del Espíritu y nos dejamos guiar por Él. Por eso lo que queremos impartir hoy es ánimo, fe y fortaleza.
A Juan el Bautista lo persiguieron hasta la muerte al ver el poder del Evangelio. Al principio lo ignoraron, lo menospreciaron, era el "loco del desierto" pero comenzó a anunciar el mensaje por fe y muchas almas pudieron reconocer al Mesías por su testimonio. Luego lo buscaron para matarlo, pero lo que no sabían era que él tenía la mirada puesta en el lugar correcto: en lo eterno, en lo que dura para siempre, en Cristo. Simón fue trasformado en Pedro por su caminar con Jesús. Al principio era un simple pescador... pero comenzó a creer y por fe abrió su boca, (con todos sus errores y defectos que nos permiten ver que fue tan humano como nosotros), y sin embargo sobre aquella Roca se edificó la Iglesia del Señor, y hasta hoy las puertas del Hades no prevalecen contra ella.
Todos los que siguieron a Jesús encontraron el mayor tesoro que un hombre puede encontrar, tanto que vale la pena vender todo lo que se tiene para adquirirlo (Mateo 13:44). Seguir a Jesús implica dejarlo todo. A algunos discípulos les costó sus bienes materiales al dejar su casa y sus tierras; a otros les costó su parentela, al haberlos dejado atrás para seguir al maestro. Otros dejaron sus proyectos personales para el futuro; otros dejaron sus sueños individualistas de lado porque no tenían nada que ver con el Reino de los Cielos. Juan dejó su cultura para irse al desierto. Pedro dejó a su padre y a su negocio familiar para ser discípulo. Y así mismo Jesús padeció rechazo, desprecio, odio, traiciones, y siendo el Maestro nos enseñó: si yo lo tuve que atravesar, ustedes también lo van a atravesar.
¿Cuántas veces nos hemos sentido así? Recordemos el mensaje: el mundo no nos recibe, no nos aprueba, porque no somos suyos. ¿Cuántas veces somos reiteradamente rechazados por los hombres por ser discípulos de Jesús? La buena noticia del Evangelio... sufre. Todo lo sufre, porque ama con Amor verdadero. Porque todo lo espera de aquellos por quienes se da incondicionalmente. Porque todo lo cree, aun cuando le mienten o lo defraudan, porque nunca deja de ser. Porque permanecerá para siempre. Mi querido hermano, hermana... si hoy te sentís un poco débil o decepcionado, si estas un poco cansado, o triste, recordemos juntos las palabras de Pedro:
"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo"
1 Pedro 1:6-8.
Somos Hanameel, a quien Dios ha dado abundantemente... para dar a otros y ese, hermanos, es el mayor desafío, aunque no se compara con la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para nosotros, que somos guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
Gustavo Ippolito
Gracias por Echar Luz sobre este asunto!. Se a distorsionado mucho en los últimos tiempos lo que es ser Seguidor y discípulo de Cristo. Volviendo a la escencia 😁