¿Estás ocupado? Detenete 1 minuto a leer este artículo.
Un piano suave de fondo, unas cuerdas transmitiendo armoniosa calma. De un momento a otro suena una voz dulce y apacible que llama: “Hey… hey… ¿Estás distraído?” lo dejé pasar. Yo estaba ocupada… Luego volvió a preguntar “¿Estás ocupado?”. Y esa palabra fue una espada que caló hondo en mi ser. Me descubrí a mi misma, como en un espejo. Vi la vida pasar desorientada, ajetreada, apurada... siempre apurada. Un día es de mañana y tengo muchas cosas que hacer, llega la tarde y tengo que atender otras, luego la noche; y mi cuerpo cansado vuelve a recostarse sobre la cama pero en un abrir y cerrar de ojos el ciclo se repite sin sentido. Sin descanso. Sin reposo.
¿Te has sentido así alguna vez? ¿Sentiste que los días son uno solo; que una mañana es la extensión del día anterior y que no descansaste nada? estas corriendo todos los días, pero no vas hacia ningún lado. Que se presentan tantas urgencias… y ninguna parece ser menos que la otra; aparecen como gigantes en nuestra agenda diaria y hay que resolverlas YA, porque sino llego tarde, porque sino no tengo plata, porque sino pierdo el trabajo, porque si no… porque si no… ¿y si no, qué?
“Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye Mi voz, Yo entraré y cenaré con él y él Conmigo.” Así continuó la voz que oí. Así que no tuve alternativa. Es decir, sí; podría haber seguido con mis cosas, podría haber ignorado ese momento tan cotidiano pero excepcional; en el que la Luz me iluminó con un destello tan rápido pero tan eficaz (a la velocidad de la luz) y me vi en ese espejo con tanta claridad… podría haber dejado como un lindo sentir ese preciso instante donde de mi corazón subió eternidad y se conectó con el Cielo; (aquella eternidad que está en el corazón de todo hombre porque el Creador la puso allí). Podría haber dejado pasar ese tren. Podría haber perdido esa oportunidad dejando de ocuparme de lo importante para atender lo urgente. Pero sin embargo la Voz del Espíritu de Dios me habló en aquella melodía transmitiéndome una imperiosa necesidad: una cita con él. Un encuentro real, íntimo. Sin público, sin espectadores, sin nadie más. Solo Él y yo, a puertas cerradas, sin relojes. Sin otra cosa en mi agenda.
Esa tarde me quedé con él. Había muchas urgencias que atender: casa, estudio, trabajo. Pero tomé la decisión de cancelar mis planes y sentarme a los pies del Maestro a escucharlo. No tenía nada para contarle, no había ninguna necesidad que presentarle, pero en mi apuro por querer conversar le hablé de mis asuntos y sentía su oído paciente... luego sonreía, y me respondía: “Ya te conozco. Conozco tus necesidades. Conozco tus errores y defectos. Sé de tus límites y deseos.. borro tu pasado, te llevo a mi futuro.” No tenía más nada para hacer en su presencia que callar y contemplarlo, sin decir más palabras. Por momentos llorar. Renovar mis aguas delante de Su consuelo. Por momentos mirarlo, estar en Su regazo. ¿y hacer qué cosa? nada más que disfrutar de Él.
No puedo describir qué pasó exactamente, pero desde ese día nada fue igual. Esa tarde, después de salir de ese lugar de intimidad con Él, tuve que continuar atendiendo urgencias. Pero ya no viví de la misma manera aquellas situaciones, sino que pude ver la cotidianidad desde otro lugar, desde el Espíritu.
La realidad es que Cristo llena todo en nuestras vidas. Cuando Él viene a nosotros, y comenzamos a menguar, Él va tomando el gobierno de cada área de nuestras vidas. Una de esas áreas es nuestro tiempo. Pero Él no es un tirano autoritario que espera que vivamos los días tapados de activismos congregacionales y cosas por hacer. Él no juzga nuestras vidas por asistencia perfecta a reunión de jóvenes, o reunión de matrimonios, o de hombres o mujeres. Él no mide lo que das de ofrenda, o lo que oras en público. Él no juzga por lo que se ve, Él no mira las cosas como las mira el hombre. Cuando Cristo entra en nosotros ve nuestros corazones. Ve y conoce las intenciones más profundas, los deseos más íntimos, las motivaciones más originales, Él las discierne. No necesita que le expliquemos nada, Él nos conoce mejor que nadie, incluso mejor que nosotros mismos.
Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso,
y conoces bien todos mis caminos. Aun antes de que haya palabra en mi boca,
he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda. Por detrás y por delante me has cercado,
y tu mano pusiste sobre mí. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
es muy elevado, no lo puedo alcanzar. [...] No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui
formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión,
y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos.
Salmo 139:1-6;15-16
Con este Señor me encontré aquella tarde; aquel que conoce mi senda y mi descanso. Yo no podía experimentar aquel descanso y sin embargo Su Espíritu me mostró que sí existía un descanso para mí, si existía ese reposo. Un camino que Él conoce bien, que estaba escrito antes de yo existir.
Mira, si llegaste hasta acá con la lectura, debo decirte que no necesitamos más. Ni ir a un culto a tal hora tal día, ni asistir a tal congregación de la denominación que fuera. Podemos cerrar la puerta de nuestra habitación cinco minutos, como aquella tarde. Podemos conectarnos con Él en oración. Podemos reunir a nuestra familia, a nuestros hijos, y orar juntos, buscar Su rostro. Si no, podemos escribirle a quien nos pueda ayudar, invitar a un hermano a casa a charlar de Cristo. La vida de Iglesia no es estar todos los días a toda hora haciendo cosas "para el ministerio" (cosas urgentes que nos obligan a desatender lo importante). La vida de Iglesia empieza en casa, empieza en el corazón rendido de cada Hijo que busca Su rostro en intimidad.
¿Sabes? Esto no pasó casualmente. Frenar nos cuesta mucho, es un gran desafío. Por eso en este artículo nos animo a que creamos esta realidad, la comencemos a vivir y a experimentar de verdad. Que en la vorágine del diario andar nos determinemos frenar a estar con Él... no hay mejor experiencia que entrar en Su reposo.
Somos Hanameel, a quien Dios ha dado sobreabundantemente.
Elizabeth
Cuanto nos exponen estas palabras, parar lo vemos como halgo tan incómodo, pero cuanto nos nutre si es en su Presencia!!! Me tomaré esos minutos para parar!! 😄 Gracias Granja Hanameel. Dios siga dando abundantemente para compartir Palabras de Vida!!
Gustavo Ippolito
Muy bueno gracias por compartir! Es así necesitamos tomar un tiempo para parar y enfocar nuestras vidas y esas urgencias cotidianas a lo que realmente Importa. Gracias Granjahanameel