Dic 14, 2022

¿De que hablamos cuando hablamos de “Educación emocional”?

La educación emocional esta dejando de ser una idea exótica, para transformarse en una materia sumamente necesaria para la sociedad, que en su baja tolerancia a la frustración, elevados niveles de ansiedad y estrés; la requiere con carácter de urgencia.

    Estamos en la época de lo instantáneo/fast; dentro de una sociedad hiperconectada que aparentemente no tiene necesidad de moverse del sillón para nada, ya que puede gestionar su vida desde un click.

Home office, e-commerce, home banking, e-learning, delivery, redes sociales y tantas otras herramientas más. Todo se resuelve de esta manera, en cada aspecto: al relacionarse con otros, buscar el alimento, o incluso ganar dinero. Parece ir en una transición a la practicidad tecnológica imperante. Es en este contexto que a nivel sociocultural nos encontramos frente a recursos psico-educativos que jamás habíamos necesitado tanto como en el día de hoy: Aquellas ciencias humanas que nos hablan de cómo funciona la profundidad del alma y la mente. Hay entonces, un término que está en boca de muchos últimamente: “Educación emocional”. La neurociencia lo entendió y se está expandiendo a muchas ramas dentro de las disciplinas humanísticas incluyendo la economía como ciencia social. Es así que se habla de la neurociencia aplicada a las finanzas; o a la educación, al desarrollo cognitivo, etc.

La educación emocional esta dejando de ser una idea exótica de algunos científicos sociales, para posicionarse en un alto lugar de oferta frente a la demanda que la sociedad en su baja tolerancia a la frustración, y sus cada vez más elevados niveles de ansiedad y estrés; y enfermedades psicosomáticas, requiere con carácter de urgencia.

¿Y por qué necesitamos educar las emociones hoy; siendo que años atrás este asunto no parecía ser tan relevante?


Pues la respuesta es simple. La sociedad globalizada va en una creciente búsqueda de placer. Las costumbres culturales se chocan con la diversidad que produce la hiperconectividad y frente a ella se disuelven los valores. Se va relativizando lo bueno y lo malo bajo el criterio del placer. Es decir: "si te da placer, no es malo. Si te lleva a sufrir, no es bueno."


Todo esto impulsa el movimiento del corazón del hombre en una búsqueda de placer más profunda, más constante, demandante, instantánea. La exaltación de los sentidos como parámetro felicidad, van a la cabeza. A todo esto lo vamos a poder entender mejor un vez que comprendamos

las dinámicas internas de la angustia y el placer, que son un tema que trataremos en un próximo artículo. Hoy, nos vamos a enfocar en la gestión de tres emociones básicas negativas.

     Entendemos entonces que, es necesario educar las emociones, porque estamos rodeados de un contexto  que promueve el placer instantáneo a costa de cualquier cosa, y si no sabemos manejar nuestras emociones (ira, tristeza, miedo) vamos a quedar posicionados en un lugar vulnerable; volviéndonos manipulables por nuestro entorno. La clave está en saber administrar las emociones que nos perturban y nos restan calidad de vida.


¿Cuáles son las emociones que hay que educar?


Hay tres emociones básicas negativas que manejamos constantemente en nuestro diario andar: la ira, la tristeza y el miedo.


Ira: Es la creencia de que me hicieron una injusticia. Siempre que nos enojamos, estamos creyendo que nos afectaron personalmente, que ‘se metieron conmigo’.


Tristeza: Es la creencia y percepción de que sufrimos una pérdida. Cuando percibimos una pérdida nos sentimos tristes: desde lo más grande hasta lo más pequeño. Los niveles de pérdida pueden variar: perder a un ser querido, perder un trabajo, perder un proyecto o simplemente perder la billetera o el celular: la tristeza detiene el movimiento psíquico interno y nos ‘baja un cambio’ para poder detenernos a reflexionar y elaborar lo sucedido. De esta manera interiorizamos la ausencia externa a nuestro esquema de realidad interno.


Miedo: Es la creencia de que algo malo va a suceder y que no tengo las herramientas necesarias para afrontarlo. Esta emoción está muy ligada a la ansiedad; aunque no son lo mismo. La ansiedad es más bien una especie de ‘antesala’ del miedo. Cuando sentimos miedo en ocasiones nos paralizamos; el circuito psíquico que se genera nos prepara para combatir o para huir del peligro que tenemos enfrente.


¿A qué llamamos emociones perturbadoras?


La emociones perturbadoras son en efecto, aquellas que terminan boicoteando nuestros objetivos. EL problema no es sentir ira, tristeza, o miedo; el problema está cuando no las sabemos administrar y terminan dominando nuestras vidas, quedando sujetos a ellas sin poder crecer en aspectos personales por no saber gestionarlas: aquí es donde una emoción negativa se transforma en una emoción perturbadora.


Por ejemplo. El miedo esta diseñado en nuestra dinámica interna para protegernos del peligro. Si nos encontramos frente a un animal salvaje, como puede ser un león o un oso; los síntomas físicos del temor (adrenalina, palpitaciones, quedarnos pálidos porque la sangre se dirige hacia las extremidades del cuerpo y nos ayuda a luchar con fuerza o a salir corriendo con más eficacia) van a ser poderosas herramientas para sobrevivir. En ese caso, el temor va a llevarnos a actuar de forma que salvemos nuestra vida. Pero ¿de qué nos sirven las palpitaciones y la adrenalina cuando nos llega la boleta de luz o el aumento del alquiler? Es allí donde las emociones tienen que ser educadas. ¿Para qué? Para mejorar nuestra calidad de vida y volvernos personas funcionales en la convivencia con nuestro entorno.


Para educar las emociones debemos aprender a sentir.

Aprender a sentir es saber cómo resolver las emociones perturbadoras.




¿Cómo se resuelve la ira?


  Dijimos que la ira es una principal emoción perturbadora, que es aquella que nos lleva a tener dificultades en el relacionamiento interpersonal.

Si entendemos que se trata de una percepción de injusticia, la ira nos lleva a reclamar justicia. El problema es que al ser humano no le fue dada la administración de la justicia. Ésta sólo le pertenece a Dios. De hecho, los sistemas judiciales que la sociedad ha construido por medio de la política son meros intentos de equidad en favor de un bien común. En esto podemos poner un ejemplo.


   Si un ladrón entrase a nuestra casa y nos robara todo lo que tenemos, lo primero que haríamos sería una denuncia policial (además de la bronca, la impotencia, las lágrimas, etc.) Suponiendo que efectivamente, la policía nos escucha y actúa prontamente; encuentran al ladrón y lo meten en la cárcel a cumplir su debida condena según la ley.


¿Es justo? ¡Claro! El ladrón está recibiendo un castigo por el crimen que cometió. Pero; ¿Se hizo justicia? Es decir; justicia es que nos devuelvan todo lo que nos robaron: no solo nuestras pertenencias, sino que además nos restituyan las lágrimas que lloramos, la impotencia que sentimos, el tiempo que nos robaron cuando tuvimos que detenernos a ver y elaborar lo sucedido, el malestar de haber generado una denuncia y la espera de que se haga con el ladrón su merecido. Todo eso, si somos crudamente honestos; nadie nos lo puede restituir. Por eso la justicia no lo podemos hacer nosotros. La justicia y la venganza son de Dios, no son nuestras como seres humanos.

Pero, si hay algo que tenemos en nuestras manos para poder lidiar con esta situación: es la herramienta del “PERDONAR”.

Perdonar no es dejar pasar.

Perdonar no es que el otro se salga con la suya.

Perdonar no es olvidar.

Perdonar no es perder, no es dejarse caer.

Perdonar no debe ser un sentir, sino una decisión.

Perdonar no es un evento, es un largo camino. Un proceso de renuncia.

    Perdonar no es ser derrotado. Por el contrario, perdonar es ganar. Es soltar la soga que nos ata a la maldad del otro y nos quita fuerzas, energía, calidad de vida, felicidad, paz. Perdonar es ser totalmente consciente de que el otro me hizo un daño pero, vencer con bien al mal. Es dejarle la justicia y la venganza a las manos correctas: las de Dios. Es acumular ascuas de fuego sobre la cabeza del que nos hizo daño. Perdonar es dejar que el que me restituya el daño sea Dios mismo, no yo. Es una decisión, perdonar es una determinación que se lleva puesta la emoción de ira y arrebata libertad para nuestra alma como una acción de guerra en favor de la paz de uno mismo. Cuando perdonamos dejamos ir libre al otro, pero no significa que “se salió con la suya”; sino que el generador del daño va a tener que rendir cuentas delante de Dios, no delante mío. Perdonar es un proceso largo, inclusive; cuando nos dañan fuertemente, el proceso del perdón lleva años. No es una vez y listo; la sanidad puede llevarnos muchísimo tiempo. Es difícil, claro, pero no es imposible. Es la herramienta por excelencia que tenemos en nuestros recursos psíquicos para resolver la ira que nos perturba.



¿Cómo se resuelve la tristeza?


La tristeza, como hemos visto, se trata de un estado en donde estoy creyendo profundamente que perdí algo. La forma de resolver esta emoción es elaborar la nueva realidad. ¿Qué quiere decir esto?


Veamos un ejemplo:


Julian es el esposo de Priscila. Llevan casados muchísimos años y son amigos aún desde hace más. Se conocen desde pequeños, han transitado toda una vida juntos. A los pocos meses de cumplir 20 años de casados, Priscila es diagnosticada con una enfermedad terminal y fallece a los pocos meses. Julián ahora se encuentra con la siguiente realidad externa: Priscila no está. Y su vida debe continuar sin ella. Aquí comienza para Julián el llamado DUELO. El proceso del duelo que él va a atravesar consiste en elaborar esta noticia; la cual ha cambiado su vida para siempre. En la mente de Julian, priscila sigue presente, y llena de vida en sus recuerdos más bellos. Pero en la realidad externa Priscila ya no está. Julián deberá atravesar el dolor y el sufrimiento día a día. El duelo se presenta como un espiral que va desde el centro (el momento del acontecimiento) dando vueltas hacia afuera. Llegará para Julian la primera noche si Priscila y la intensidad del dolor será máxima. Luego llegará la primer semana sin ella. Después, le tocará pasar por la plaza a la que siempre iban juntos y llorar. Y así de a poco ir interiorizando que ella ya no está. Y llegará u cumpleaños y ella no estará. Y luego el primer año. Y las fiestas navideñas; y luego el aniversario de su partida, etc, etc, etc.. este diseño de duelo consiste en atravesar el dolor una y otra vez hasta que la realidad externa produzca un cambio y una acomodación de la realidad interna. Por supuesto que en este caso, como lo es perder a un ser querido, el dolor nunca desaparece; lo que va cambiando es nuestra realidad interna y la similación de dicha situación.

Este diseño se mueve desde lo más trágico, como este ejemplo; hasta lo más sencillo como puede ser perder la billetera. Genera tristeza, en diferente intensidad, pero está presente. Y también puede generar incomodidad si en esa billetera tenía mi sueldo del mes, o mis tarjetas de crédito; o mis documentos. Y habrá que tomarse el trabajo de volver a comprarme una billetera, tramitar nuevos documentos y dar de baja tarjetas. Y dicha tristeza se va a haber resuelto cuando mi vida (estado interno) se vuelva a acomodar y ordenar luego de la pérdida.

    La tristeza, en mayor o menor medida, siempre se resuelve elaborando la nueva realidad.



¿Cómo se resuelve el miedo?


    Dijimos que el miedo esta diseñado en nuestra dinámica interna para protegernos del peligro. Cuando sentimos un miedo que nos paraliza o nos bloquea en nuestro crecimiento personal, estamos frente a un miedo disfuncional, una emoción perturbadora.

Ejemplos:

    Luciana le teme a los perros desde que es muy pequeña. Siempre los evitó. Tal es así que, cuando va camino al trabajo en su bicileta, siempre evita las calles en las cuales posiblemente se encuentre perros callejeros. El problema de esta situación es que, al ir por otro camino, siempre tarda 40 minutos más en llegar que si tomara el camino corto pero que tiene algunos perros. En total, entre la ida y vuelta al trabajo, perdió alrededor de 1hora y media en el camino.

Este es un claro ejemplo de alguien que, por no enfrentar sus temores, termina siendo un esclavo de aquello a lo que teme. Luciana tiene miedo a los perros y por causa de no querer enfrentarlo, pierde 1 hora y media del día, todos los días. Eso se transforma en 7 horas y media por semana que ella pierde por culpa de un temor no resuelto.

¿Se visualiza la disfuncionalidad que puede llegar a generar el temor en nuestras vidas?

En esto radica la importancia de enfrentar los temores.


Los temores se resuelven enfrentándolos de forma gradual.

Las fobias, los pánicos, los miedos, son cárceles que pueden tenernos atrapados durante muchísimo tiempo. Incluso durante toda nuestra vida. Pero podemos hacer algo frente a ellos: confrontarlos y ser libres. Claro está, que para eso es necesario desarrollar una estrategia que nos exponga gradualmente al temor. En el ejemplo de Luciana, ella deberá comenzar por pensar en la imagen de un perro. Luego más adelante, cuando logre pensar en un perro sin palpitar y sudar; podrá ver una foto de un perro. Luego de conquistar el visualizar una foto sin temor; podrá escuchar un ladrido de algún perro encerrado en una casa; desde cierta distancia de él. Luego, animarse a cruzar por una de las tantas calles que tienen perros..luego por dos, por tres; hasta que llegue el momento de victoria, donde finalmente pueda ir al trabajo por el camino realmente conveniente y afrontar finalmente su gran temor. Una cosa importante a resaltar: valiente no es aquella persona que no siente miedo. Valiente es aquella persona que, aunque siente temor, confronta sus miedos y no resulta detenido por ellos.


¿Identificas alguna de estas emociones perturbadoras en tu vida? ¿Necesitas ayuda? ¿Querés saber más? ¡Podes contar con nosotros! ¡Contactanos!


Somos Granja Hanameel; a quien Dios ha dado sobreabundantemente.



Granja Hanameel

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